El oro oculto de los océanos: ¿un tesoro inalcanzable?

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4 Mar 2024
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Los océanos del mundo contienen casi 20 millones de toneladas de oro, según estimaciones de algunos geólogos. Esta cifra supera en más de 100 veces la cantidad total de oro extraída en la Tierra desde el comienzo de la historia. A precios actuales, el valor del oro submarino sería de unos 771 billones de dólares, una cifra astronómica que supera con creces el producto interior bruto de todos los países del mundo juntos. Sin embargo, este oro está tan diluido en el agua que resulta prácticamente imposible de extraer con los métodos actuales. ¿Qué se necesita para acceder a este tesoro inalcanzable? ¿Qué consecuencias tendría para la economía y el medio ambiente? ¿Qué otros secretos esconden los océanos?


El oro es un metal precioso que se caracteriza por su brillo, su maleabilidad, su resistencia a la corrosión y su excelente conductividad. Estas propiedades lo hacen muy apreciado para la joyería, la electrónica, la medicina y la industria. Además, el oro tiene un valor intrínseco que se le da por su escasez y su demanda. Se calcula que desde el comienzo de la civilización se han extraído unas 187.200 toneladas de oro, lo que equivaldría a un cubo de 21 metros de lado.


Sin embargo, el oro no solo se encuentra en la superficie terrestre, sino también en el fondo de los océanos. El agua de mar contiene trazas de oro disueltas, en una proporción promedio de 0,5 gramos por cada 1.000 litros de agua. Esta concentración es muy baja, equivalente a media gota de agua en una piscina olímpica. Sin embargo, si se tiene en cuenta el volumen total de los océanos, que se estima en unos 1.370 millones de kilómetros cúbicos, se obtiene una cantidad impresionante de oro: unos 20 millones de toneladas.


La existencia de oro en el agua de mar se conoce desde hace siglos, pero no fue hasta el siglo XIX cuando se empezaron a realizar los primeros intentos de extraerlo. En 1890, un pastor estadounidense llamado Ford Jernegan inventó una máquina que supuestamente podía acumular oro mediante un proceso que usaba mercurio y electricidad. Jernegan fundó una compañía y recaudó fondos de inversores, pero resultó ser un fraude: el pastor se escapó con el dinero y dejó una máquina inservible.


Desde entonces, muchos individuos y organismos de todo el mundo han tratado de extraer el oro del agua de mar, desde la Alemania de después de la Primera Guerra Mundial hasta profesores universitarios o empresas químicas. Ninguno de ellos fue capaz de encontrar un método rentable económicamente, ya que el costo de la extracción superaba con creces el valor del oro obtenido. Además, la extracción de oro del agua de mar plantea una serie de problemas técnicos, logísticos y ambientales, como la necesidad de filtrar enormes cantidades de agua, la dispersión del oro en diferentes profundidades y regiones, y el impacto sobre la vida marina y el equilibrio químico del océano.


A pesar de las dificultades, el oro de los océanos sigue siendo una tentación para muchos, sobre todo ante el aumento de la demanda y el agotamiento de las reservas terrestres. Algunos científicos y empresarios siguen investigando y desarrollando nuevas tecnologías que podrían hacer posible la extracción de oro del agua de mar de forma eficiente y sostenible. Por ejemplo, se han propuesto métodos que usan nanomateriales, bacterias, algas o energía solar para capturar el oro disuelto.


Sin embargo, estos métodos aún están en fase experimental y no se sabe si serán viables a gran escala. Además, la extracción de oro del agua de mar plantea una serie de cuestiones éticas y legales, como la propiedad de los recursos marinos, el reparto de los beneficios, el control de la calidad y la seguridad, y el respeto a los derechos humanos y al medio ambiente. Estas cuestiones requieren de un marco jurídico internacional que regule la actividad y garantice la transparencia y la responsabilidad.


Mientras el oro disuelto en el agua de mar sigue siendo un sueño lejano, hay otro tipo de oro en el océano que sí se puede recuperar: el oro de los naufragios. Se estima que hay miles de barcos hundidos en el fondo del mar que transportaban cargamentos de oro y otros metales preciosos. Estos barcos se hundieron por diversas causas, como guerras, piratas, tormentas o accidentes. Algunos de estos naufragios son conocidos y otros permanecen ocultos, esperando ser descubiertos por los cazadores de tesoros.


La búsqueda y el rescate de los tesoros submarinos es una actividad que combina la aventura, la historia y la ciencia. Requiere de equipos especializados, como sonares, radares, submarinos, robots o buzos, y de una gran pericia y paciencia. También implica una serie de riesgos, como la presión, el frío, las corrientes, los depredadores o las minas. Además, la recuperación de los tesoros submarinos plantea una serie de controversias, como la propiedad de los hallazgos, el valor histórico y cultural de los restos, y el impacto sobre el ecosistema marino.


Sin embargo, hay otro tipo de oro en el mar que no es un metal, sino una sustancia orgánica. Se trata del ámbar gris, una secreción grasa que producen los cachalotes en sus intestinos. El ámbar gris está compuesto por los residuos indigeribles de la dieta de estas ballenas, principalmente los picos de los calamares gigantes. El ámbar gris flota en la superficie del océano, donde se oxida y se evapora, adquiriendo un color gris y una textura cerosa. También desarrolla un aroma agradable, que se describe como parecido al del pino o el tabaco. Este proceso puede durar unos 10 años.


El ámbar gris es muy apreciado por la industria de la perfumería, ya que actúa como un fijador que prolonga la duración y la intensidad de las fragancias. También se ha usado como un ingrediente para la gastronomía, la medicina y la magia. El ámbar gris es muy escaso y difícil de encontrar, ya que depende de la existencia y la salud de los cachalotes, que están amenazados por la caza, la contaminación y el cambio climático. Por eso, el ámbar gris se cotiza a precios muy altos, que pueden superar los 15 dólares por gramo.


Más allá del valor económico del oro, los océanos albergan un valor científico incalculable. Los océanos son el origen de la vida en la Tierra y el hogar de una biodiversidad asombrosa. En los océanos se encuentran desde microorganismos hasta mamíferos, desde plantas hasta corales, desde peces hasta crustáceos. Muchas de estas especies son desconocidas para la ciencia y pueden ofrecer soluciones a problemas de la humanidad, como enfermedades, alimentos o energía. Los océanos también son el regulador del clima y el ciclo del agua, y el sumidero de carbono más grande del planeta. Los océanos son, en definitiva, el mayor tesoro de la naturaleza.


Sin embargo, los océanos están en peligro por la contaminación, la sobreexplotación, la acidificación y el calentamiento global. Estas amenazas ponen en riesgo la salud y la supervivencia de los ecosistemas marinos y de las personas que dependen de ellos. Por eso, es necesario proteger y conservar los océanos, mediante la investigación, la educación, la cooperación y la acción. Los océanos son el patrimonio común de la humanidad y debemos cuidarlos como tal.


Estimado lector, los océanos del mundo contienen casi 20 millones de toneladas de oro, pero este oro no es solo el metal precioso que brilla y vale una fortuna. El oro de los océanos es también el oro de la ciencia, el oro de la naturaleza, el oro de la historia y el oro de la vida. Este oro es mucho más valioso que el oro material, y merece ser respetado y preservado. Los océanos son el mayor tesoro del planeta, y nosotros somos los responsables de su custodia.


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