Saturnales: la fiesta romana que desafió el orden social.
¿Te imaginas un día al año en el que los esclavos se convirtieran en amos y los amos en esclavos? ¿En el que los hombres se vistieran de mujeres y las mujeres de hombres? ¿En el que se intercambiaran regalos, se comiera y bebiera sin límite y se hicieran bromas y juegos? Pues eso era lo que ocurría en la antigua Roma durante las saturnales, una fiesta que celebraba el solsticio de invierno y el renacimiento de la naturaleza.
Las saturnales eran un homenaje al dios Saturno, el señor de la agricultura y el tiempo. Según la leyenda, Saturno había reinado en una edad de oro, en la que no existía la esclavitud ni la opresión, y todos los hombres eran iguales y felices. Por eso, durante las saturnales, se suspendían las leyes y las normas sociales, y se recreaba un clima de libertad y alegría.
La fiesta comenzaba el 17 de diciembre, con un sacrificio en el templo de Saturno, en el Foro Romano, y un banquete público. Luego, se encendían velas y antorchas para iluminar la noche, y se adornaban las casas con plantas verdes, como laurel, hiedra o muérdago. Los romanos se hacían regalos unos a otros, como velas, frutas, dulces, juguetes o figurillas de barro. También se enviaban tarjetas de felicitación con el saludo "Io, Saturnalia", que significa "¡Viva Saturno!".
Pero lo más sorprendente de las saturnales era el cambio de roles que se producía entre los amos y los esclavos. Los esclavos podían vestirse con las ropas de sus dueños, sentarse a la mesa con ellos, comer y beber lo que quisieran, y hasta burlarse de ellos sin temor a ser castigados. Los amos, por su parte, debían servir a sus esclavos, y aceptar sus órdenes y chanzas. Además, los esclavos podían elegir entre ellos a un "rey de la fiesta", que tenía el poder de mandar hacer cualquier cosa, por absurda o divertida que fuera.
Otro aspecto curioso de las saturnales era el travestismo y la inversión de género. Los hombres se ponían pelucas, maquillaje y vestidos, y las mujeres se disfrazaban de soldados, gladiadores o magistrados. Se hacían bromas sobre la sexualidad, se bailaba, se cantaba y se representaban obras de teatro cómicas o satíricas. También se jugaba a los dados, a las cartas, a las nueces o a la lotería, y se apostaba dinero o regalos.
Las saturnales duraban siete días, del 17 al 23 de diciembre, y eran una ocasión para olvidarse de los problemas, relajarse y divertirse. Sin embargo, no todo era caos y desenfreno. Había ciertos límites y reglas que se debían respetar, como no hacer daño a nadie, no cometer adulterio, no robar, no mentir y no profanar los templos. Además, al final de la fiesta, se debía volver a la normalidad y al orden establecido.
Las saturnales fueron una de las fiestas más populares y queridas por los romanos, que las celebraron durante siglos, desde el 217 a.C. hasta el siglo V d.C. Con el tiempo, algunas de sus costumbres se mezclaron con las de otras fiestas paganas, como el nacimiento del dios Sol Invicto, el 25 de diciembre, o las calendas de enero, el inicio del nuevo año. Estas tradiciones influyeron en la celebración de la Navidad cristiana, que adoptó elementos como las velas, los adornos verdes, los regalos o el espíritu festivo. Fueron, sin duda, una fiesta única e irrepetible, que nos muestra una faceta desconocida y fascinante de la cultura romana. Una fiesta que desafió el orden social, que rompió los tabúes, que liberó la imaginación y que celebró la vida.